Podcast (podcast-de-marketing-sin-fronteras): Play in new window | Download
La RAE nos define el “gestionar” de tres maneras:
1.- Llevar adelante una iniciativa o un proyecto.
2.- Ocuparse de la administración, organización y funcionamiento de una empresa, actividad económica u organismo.
3.- Manejar o conducir una situación problemática.
De cualquier modo, lo que parece quedar implícito en el hecho de gestionar, es la posibilidad de realizar cambios en aquello que estamos gestionando. En el caso de una empresa, yo puedo crear o eliminar departamentos, mover la empresa en su conjunto a un lugar que me parezca más adecuado… En definitiva puedo actuar de manera que cada elemento o el conjunto de elementos que componen aquello que estoy gestionando se adapte o amolde a mis necesidades o a mis propósitos u objetivos.
Cuando hablamos del tiempo, es evidente que no puedo interactuar con él. El tiempo transcurre a nuestro lado de forma inexorable y constantemente. No existen intervalos sin tiempo.
Obviamente, no podemos hacer que el segundo treinta se adelante al 29 ni hacer que este instante se atrase 10 segundos.
Por consiguiente, queda claro que el tiempo no se puede gestionar y, en consecuencia, no podemos hablar de la gestión del tiempo, ni dar recetas para gestionar el tiempo, ni nada que se le parezca.
Ocurre algo similar con la climatología o las estaciones del año. ¿Acaso puedes decidir cuándo debe llover, o cuándo debe hacer calor o frío. No, no podemos, tanto en este caso como en el del transcurso del tiempo, nosotros no podemos actuar más que como meros espectadores u observadores de su transcurso.
También podemos observar que el tiempo transcurre de la misma forma para todos los seres. Es único y común a todos. No le pertenece a nadie, aunque acompaña a todo el mundo.
Como conclusión de esto último, tampoco podemos decir que tenemos o que no tenemos tiempo, en el sentido de pertenencia. Todos “tenemos” el mismo tiempo, nadie dispone de más tiempo que el resto de sus congéneres.
El tiempo es una dimensión más que, junto a las consabidas tres dimensiones del espacio nos permite medir y ubicarnos. De la misma forma que mediante las dimensiones espaciales, podemos ubicarnos en el espacio, mediante la dimensión temporal, podemos ubicarnos en el tiempo.
Si lo dicho hasta aquí es cierto, el hecho de que hablemos de la gestión del tiempo, se debe más a una simplificación del lenguaje que a una aproximación de la física.
Sobre lo que sí tenemos posibilidades de gestión es sobre nuestras acciones, tareas o actividades, mientras el tiempo transcurre en paralelo con nosotros. Dichas actividades las podemos ubicar en el tiempo, y decidir qué hacemos antes, qué hacemos después, y cuánto queremos o estimamos que dure aquello que vamos a hacer.
Por tanto, una buen principio para eso que “mal llamamos” “gestión del tiempo”, es la de centrarnos, no tanto en el calendario, como en las tareas o actividades. Lo importante es planificar adecuadamente, o dicho de otra forma, ordenar nuestras tareas correctamente, eso sí, ubicandolas en el calendario para que nos sirva de guía y nos recuerde, qué es lo más prioritario y qué es lo menos prioritario.
Si te has fijado, dejar en un segundo término al tiempo, nos obliga a centrarnos en nuestras prioridades y compromisos.
Podemos resumir diciendo que, el éxito está más relacionado con la importancia de lo que hago, que con cuándo lo hago.