El síndrome del impostor no es, ni más ni menos, que esa sensación que se tiene cuando se desea emprender un proyecto o negocio, pero no llegamos a arrancarlo porque creemos que no estamos tan cualificados como esos que consideramos nuestros referentes en el sector o la materia de la que trate nuestro negocio.
Este síndrome se agrava cuando nos enfrentamos al “fatídico momento” de tener que poner precio a nuestro servicio o producto y nos surgen preguntas como ¿Quién va a pagar por mis servicios si aún soy un aprendiz en esta materia?
Eso nos ocurre porque tendemos a compararnos con los que consideramos los mejores en la materia sobre la que versa nuestro producto o servicio y, en muchas ocasiones, es esto lo que paraliza el arranque de nuestro proyecto. El síndrome del impostor no es más que un complejo de inferioridad o, cuando menos, la creencia de una incapacidad para afrontar un reto.
¿A caso crees que todos los médicos son los mejores médicos o que todos los mecánicos son los mejores mecánicos? Pues no, no lo son, y aún así, se ganan la vida dignamente.
Quizás parte del problema radica en que no tenemos muy claro el concepto de experto. ¿Qué es un experto en una materia? Yo creo que la respuesta es: cualquiera que sepa más que la media de la población o público al que se dirige.
Si, por ejemplo, mi talento es dibujar y dibujo mejor que una parte importante de la población, aunque haya muchos dibujantes mejores que yo, puedo considerarme como un experto en dibujo para una buena porción de personas que, probablemente, podrían estar dispuestas a pagar por mi talento.
Siempre que hablo de este tema con un emprendedor le suelo poner como ejemplo, mi historia como cicloturista, porque además, tiene similitudes con el proceso de arranque de muchos proyectos personales.
En el año 2003 mi médico me aconsejó que cambiase mis hábitos de vida hacia otros más saludables, mostrándome como un candidato, de libro, para sufrir un infarto. Ahí fue cuando decidí dejar de fumar, abandoné la ingesta de todo tipo de bebidas alcohólicas, disminuir sensiblemente la ingesta de carnes rojas y grasas, sustituyéndolas por más fruta y verdura y, lo más importante, comencé a hacer algo de ejercicio físico.
Como núnca había practicado ningún tipo de deporte, salvo el de montar en bici alguna que otra vez, decidí desempolvar una vieja bicicleta que tenía en el trastero y comencé a hacer salidas casi a diario. Los primeros días no llegaba a los 5 km. teniendo que parar alguna que otra vez para descansar. Esta cifra fue aumentando progresivamente hasta sobrepasar los 100 km. en poco más de un año de entrenamiento.
Una cosa me fue llevando a la otra y, casi sin darme cuenta, un año me vi en Sabiñánigo en la provincia de Huesca, afrontando la aventura de participar en una marcha cicloturista de gran dureza con una longitud de 206 km. Esta marcha cicloturista es conocida como “La quebrantahuesos”.
Esta prueba que se celebra todos los años en el mes de junio, concentra a más de 7000 corredores en la salida.
En mi primera participación tras un sinfín de penurias y esfuerzos conseguí cruzar la meta después de 11 horas y 45 minutos. Estaba totalmente exhausto, pero feliz de haber conseguido una hazaña de tal magnitud.
Al año siguiente, volví a intentarlo y en esta ocasión crucé la meta mucho más desahogado y en algo más de 9 horas.
Recuerdo que en mi primera participación, a pesar del sufrimiento y del tiempo invertido, hubo algunos participantes que llegaron después que yo, además, de los cientos, quizás miles, que abandonaron antes de cruzar la meta.
No es necesario que diga que en la segunda ocasión los que entraron detrás de mí se podían contar por centenares.
Esta experiencia, me enseñó que, por muy mal preparado que estés y por mucho corredores que lleves delante de ti, siempre hay ciclistas detrás de ti.
En el mundo del emprendimiento, ocurre exactamente lo mismo. Aunque tú no seas el mejor, resulta que siempre habrá personas que necesitarán de tus servicios o productos, porque todos ellos son como los ciclistas que llegan detrás de ti.
Mi segunda participación en esta marcha cicloturista me dejó claro que si sigues entrenando inevitablemente tu estado de forma mejorará y, por tanto, tu posición en la meta será mejor que la del año anterior.
Profesionalmente, el entrenamiento, la constancia, el tesón te hará mejor cada día y cada día te sentirás menos impostor.
Tampoco debemos olvidar que ser consciente de que te queda mucho por mejorar es fundamental para que dicha mejora se llegue a producir. Si consideras que ya has alcanzado el límite de tus conocimientos o habilidades, quizás sea porque te encuentras en decadencia, o lo que es peor, porque lo que tienes es el síndrome de la osadía o del atrevimiento, que te aseguro que es mucho peor, con diferencia, que el síndrome del impostor.
En resumen, si crees que te queda mucho por aprender, considera que estás en buen camino. Esa creencia será la que te acompañe de la mano hacia el éxito. Por el contrario si consideras que ya has llegado a la cumbre del conocimiento o habilidad, empieza a preocuparte, los que vengan por detrás terminarán por adelantarte.
Siempre habrá alguien al que puedas ayudar con tu talento y nunca serás el mejor aunque con trabajo y constancia cada día estarás más cerca de serlo.