Supongo que a todos nos ha ocurrido alguna vez eso de ir detrás de un coche que nos hacía de guía para llegar a nuestro destino y, precisamente, por ir pendiente de sus movimientos, al final no hemos sido conscientes de las referencias o lugares por los que hemos pasado y, por tanto, no sabríamos cómo volver a ir a dicho sitio. A mí esto me ocurre siempre.
Cuando te dejar llevar, al final, no sabes muy bien cómo has alcanzado el punto en el que te encuentras. Mientras que si eres tú el que tiene que ir abriendo camino, además de planificar previamente el recorrido, estarás atento a todo tipo de indicaciones. Esto te permitirá recuperar el rumbo en cualquier momento en el que se produzca alguna incidencia que te obligue a modificar el plan previsto.
Imagina un escenario en el que no tienes muy claro en qué lugar te encuentras ni tampoco sabes con claridad a dónde quieres llegar.
En
un caso así, cada cruce que te encuentres, será un punto de decisión en el que deberás elegir si deseas ir hacia la derecha o hacia la izquierda. Como puedes imaginarte, el punto en que te encuentres en cada instante, estará cargado de sorpresas, buenas o malas, pero estarán fuera de tu control.
Si te acompaña la suerte, pensarás que lo estás haciendo bien, y en el caso contrario, quizás le eches la culpa de la mala racha a algún que otro agente externo.
En el mundo del emprendimiento nos puede ocurrir algo similar. Si no tenemos claro a dónde queremos llegar, ni tampoco el punto en el que nos encontramos, lo más probable es que cada circunstancia o acontecimiento, nos obligue a escoger derecha o izquierda, arriba o abajo… En definitiva siempre nos encontraremos en el punto al que nos lleve el azar y, según nuestra suerte, consideraremos que lo estamos haciendo bien o, por el contrario, que la situación económica, política o… la ha emprendido contra nosotros.
De la misma manera que cuando queremos emprender un viaje es necesario conocer nuestro punto de partida y el de destino para poder elegir la mejor ruta, cuando abordamos un proyecto empresarial, debemos tener claros nuestro punto de partida y el destino final.
El de inicio podría ser un análisis DAFO, análisis de la competencia, de proveedores, de consumidores, etc.
El destino estaría conformado por los objetivos que nos hayamos marcado. Como puedes ver los objetivos se convierten en una especie de norte para nuestro proyecto.
A partir de aquí, basta con que todas las decisiones que tomemos estén alineadas con nuestros objetivo y ya no será el azar el que presida nuestro rumbo, sino que seremos nosotros los que lo marcaremos los criterios de decisión en base a ese hipotético norte.
Si recuerdas, en episodio 14 de este podcast: Elige: importante o urgente en el que hablábamos de la necesidad de categorizar la importancia de las tareas a ejecutar para ordenarlas en el tiempo, ya hablamos de que la decisión de cuánto de importante es una tarea, está relacionada con su grado de implicación con la consecución de nuestros objetivos.
De hecho, si una tarea nos aleja de nuestros objetivos, deberíamos eliminarla de nuestra lista de pendientes.
Como ves, definir unos buenos objetivos es clave en la marcha de tu negocio, y en definitiva, es clave para el éxito de tu negocio.
Podemos asegurar que para alcanzar el éxito de tu negocios vas a necesitar, o bien unos objetivos claros o mucha suerte. Como lo segundo no depende de ti, creo que lo más razonable es que comiences por definir unos buenos objetivos y dejes la suerte para otros escenarios.
A la hora de definir los objetivos de tu negocio o incluso tus objetivos personales o los de cualquier otra índole, debes tener en consideración que deben ser claros sin ambigüedades. Por ejemplo, no valen objetivos como: facturar más, ser líderes del mercado, crecer… Por el contrario, sería más correcto definir objetivos como: facturar 50.000€, alcanzar una cuota de mercado del 65%, crecer un 5% en contratación…
Es decir, el objetivo en sí, debe poder medirse y su medida debe quedar clara. Facturar más no es un dato que se pueda cuantificar, ¿Cuánto es más? ¿1€ vale?
Volviendo al símil geográfico, una dirección de destino bien definida, sería algo así como:
Carpintería Los Gemelos.
Calle La Esperanza, 45, 3ª planta puerta 5
Polígono Industrial de Las Rosas
Telde 35200 Las Palmas
España
Como ves, no hay ambigüedades cualquiera con un mínimo de conocimientos y de orientación podría llegar a ese destino desde cualquier parte del mundo.
En cambio, si únicamente hubiera mencionado el país, difícilmente podría llegar a la carpintería Los Gemelos.
Además de una definición clara y sin ambigüedades, los objetivos deben poder ser medidos, deben responder a un dato objetivo. Si no puedo medirlo difícilmente podré saber si lo he alcanzado.
Por ejemplo, imaginemos que deseamos mejorar la calidad de nuestros productos o servicios. Una forma de conseguir esto, podría ser disminuir el número de incidencias o quejas de clientes.
Mejorar la calidad no es cuantificable de una forma directa, pero podemos encontrar formas de medirla mediante factores indirectos que incidan en la misma. Por ejemplo, sabemos que las devoluciones o quejas de nuestros clientes, son consecuencia directa de la falta de calidad. Contabilizando estas u otras incidencias, podemos “cuantificar” el grado de calidad de nuestro servicio o producto.
En resumen, cuando marques los objetivos de tu negocio, olvida aquellos que no se puedan medir o sean de difícil comprensión. Evita ambigüedades y sobre todo recuerda que si un objetivo no es medible, no te será muy útil.